El Jaguar Azul, Neb-toshi, era muy escurridizo y volátil, pero los Noanayómang tuvieron que aprender a leer sus huellas de día y de noche cada vez que, desplazándose sigilosamente en la Sierra, dejaba la huella de su cuerpo o de una de sus garras en la supersuperficie terrestre o en el firmamento.