Desde la antigüedad, las sociedades humanas vieron la necesidad de crear explicaciones fantásticas para dar cuenta de su realidad. Esta mitología enriqueció nuestro entorno y nos permitió soñar con seres fantásticos que estaban por encima de nuestra mortalidad. La ciencia, por supuesto, no escapó a esta necesidad. Casos como la manzana de Newton, el juicio de Galileo o las alocadas aventuras de Feynman son algunos ejemplos de esta mitología académica.